SAN ANTONIO DE PADUA - PATRONO INSTITUCIONAL
San Antonio de Padua, también
conocido como san Antonio de Lisboa (Lisboa, ca. 1191 a 1195-Padua, 13 de junio
de 1231), fue un sacerdote de la Orden Franciscana, predicador y teólogo
portugués, venerado como santo y doctor de la Iglesia por el catolicismo.
Su capacidad de prédica era
proverbial, al punto de ser llamado «Arca del Testamento» por Gregorio IX. Las
citas bíblicas en los Sermones dominicales y Sermones festivi —ambas obras de
su autoría acreditada— superaron el número de seis mil, lo que supone un nivel
de conocimiento escolástico que justifica el título específico que se le
adjudicó, doctor evangélico.1 Sus predicaciones —en particular la de la
Cuaresma de 1231— alcanzaron un éxito notable. Sus palabras y obras ante la
multitud de personas que acudían a escucharlo fue recogida con el lenguaje
propio de la época en Assidua, la primera biografía de Antonio de Padua,
escrita por un autor anónimo contemporáneo suyo:
Reconducía a la paz fraterna a
los desavenidos, [...] hacía restituir lo sustraído con la usura y la violencia
[...]. Liberaba a las prostitutas de su torpe mercado, y disuadía a ladrones
famosos por sus fechorías de meter las manos en las cosas ajenas [...]. No
puedo pasar por alto cómo él inducía a confesar los pecados a una multitud tan
grande de hombres y mujeres, que no bastaban para oírles ni los religiosos, ni
otros sacerdotes, que en no pequeña cantidad lo acompañaban. Antonio de Padua
fue el segundo santo más rápidamente canonizado por la Iglesia, tras san Pedro
Mártir de Verona. Es uno de los santos católicos más populares y su culto se
encuentra extendido universalmente. Su festividad se celebra el 13 de junio.
La Basílica de San Antonio de Padua, que alberga el
sepulcro con sus restos mortales.
La celebración de las multitudinarias exequias y la
multiplicidad de milagros que se le atribuyeron promovieron su rapidísima
canonización, bajo el pontificado de Gregorio IX. De hecho, es el segundo santo
más rápidamente canonizado por la Iglesia católica: 352 días después de su
fallecimiento, el 30 de mayo de 1232.
En 1263, la ciudad de Padua le dedicó una Basílica
que conserva sus restos mortales. Treinta años después de su muerte, el
sarcófago donde se encontraba su cadáver fue abierto. Todo su cuerpo estaba ya
corrupto con excepción de su lengua, lo que provocó una nueva oleada de
devoción y la admiración que incluyó a personalidades como Buenaventura de
Fidanza.
El 16 de enero de 1946, el papa Pío XII proclamó a
san Antonio «Doctor de la Iglesia», bajo el título especial de «Doctor
evangélico».
Se atribuyen a san Antonio numerosos episodios de
carácter místico, entre ellos la bilocación, ser entendido y comprendido por
los peces cuando las personas despreciaron sus predicaciones, o de llevar en
sus brazos al niño Jesús durante una noche. De allí surgieron numerosas
representaciones iconográficas.
“CANCIÓN DE LOS PAJARITOS”
Padre mío san Antonio,
suplicad al Dios inmenso
que con su gracia divina
alumbre mi entendimiento
para que mi lengua
refiera el milagro
que en el huerto obraste
de edad de ocho años.
Desde niño fue criado
con mucho temor de Dios,
de sus padres estimado
y del mundo admiración.
Fue caritativo
y perseguidor
de todo enemigo
con mucho rigor.
Su padre era un caballero
cristiano, honrado y prudente,
que mantenía su casa
con el sudor de su frente.
Y tenía un huerto
donde recogía
cosechas y frutos
que el tiempo traía.
Por la mañana, un domingo,
como siempre acostumbraba,
se marchó su padre a misa
cosa que nunca olvidaba.
Y le dice: «Antonio,
ven acá, hijo amado,
escucha que tengo
que darte un recado.
Mientras que yo estoy en misa,
gran cuidado has de tener,
mira que los pajaritos
todo lo echan a perder.
Entran en el huerto
pican el sembrado,
por eso te advierto
que tengas cuidado».
Cuando se ausentó su padre
y a la iglesia se marchó,
Antonio quedó cuidando
y a los pájaros llamó:
«Venid, pajaritos,
no entréis en sembrados,
que mi padre ha dicho
que tenga cuidado.
Para que mejor yo pueda
cumplir con mi obligación
voy a encerraros a todos
dentro de esta habitación».
Y los pajaritos
entrar les mandabas
y ellos muy humildes
en el cuarto entraban.
Por aquellas cercanías
ningún pájaro quedó,
porque todos acudieron
cuando Antonio les llamó.
Lleno de alegría,
san Antonio estaba,
y los pajaritos
alegres cantaban.
Cuando se acercó su padre,
luego les mandó callar;
llegó su padre a la puerta
y comenzó a preguntar:
«Ven acá, Antonito;
dime, hijito amado,
¿de los pajarillos
qué tal has cuidado?»
El niño le contestó:
«Padre, no tenga cuidado
que, para que no hagan mal,
todos los tengo encerrados».
El padre que vio
milagro tan grande
al señor obispo
trató de avisarle.
Acudió el señor obispo
con gran acompañamiento
quedando todos confusos
al ver tan grande portento.
Abrieron ventanas,
puertas a la par,
por ver si las aves
se quieren marchar.
Antonio les dice entonces:
«Señores, nadie se agravie,
los pájaros no se marchan
hasta que yo no lo mande».
Se puso en la puerta
y les dijo así:
«Ea, pajaritos,
ya podéis salir.
Salgan cigüeñas con orden,
águilas, grullas y garzas,
avutardas, gavilanes,
lechuzas, mochuelos y grajas.
Salgan las urracas,
tórtolas, perdices,
palomas, gorriones
y las codornices.
Salga el cucu y el milano,
zorzal, patos, y andarríos,
canarios y ruiseñores,
tordos, jilgueros y mirlos.
Salgan verderones
y las cardelinas,
también cojugadas
y las golondrinas».
Al instante que salieron
todos juntitos se ponen,
escuchando a san Antonio
para ver lo que dispone.
Antonio les dice:
«No entréis en sembrado,
marchad por los montes,
los riscos y prados».
Al tiempo de alzar el vuelo
cantan con dulce alegría,
despidiéndose de Antonio
y su ilustre compañía.
El señor obispo,
al ver tal milagro,
por diversas partes
mandó publicarlo.
Antonio bendito,
por tu intercesión
todos merezcamos
la eterna mansión.
(Versión de Siero de la Reina (León))
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