Oración a Santa Rosa
Gloriosa Santa Rosa de Lima, tú que supiste
lo que es amar a Jesús con un corazón tan fino
y generoso. Que despreciaste las vanidades
del mundo para abrazarte a su cruz desde
tu más tierna infancia. Que amaste con filial
devoción a nuestra Madre del Cielo y profesaste
una gran ternura y dedicación a los más
desvalidos, sirviéndoles como el mismo Jesús.
Enséñanos a imitar tus grandes virtudes para que,
siguiendo tu ejemplo, podamos gozar de tu gloriosa protección en el Cielo.
Por Nuestro Señor Jesucristo,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Oraciones a Santa Rosa de Lima.
Señor, Dios nuestro, Tú has querido que Santa Rosa se consagre totalmente a ti, por su amor virginal, y por su penitencia de amor. Haz que guiados por el ejemplo de su caridad, seamos fecundos en el servicio de amor al prójimo, como buenos testigos del amor de Cristo.
Historia de Santa Rosa de Lima
Desde 1671, cada 30 de agosto, los fieles devotos peruanos se visten de fiesta para rendirle homenaje a Santa Rosa de Lima, considerada la patrona del Perú, América y las Filipinas.
Aprovechando que es feriado en nuestro país, muchas personas acuden al Pozo de los Deseos, ubicado en el Santuario de Santa Rosa de la avenida Tacna, donde dejan sus cartas. Otros prefieren ir a Quives, un pueblito en la vía a Canta a 60 kilómetros de Lima. En ese lugar vivió Santa Rosa entre los 12 a los 16 años.
Pero el Perú no es el único lugar donde se celebra, sino también en gran parte de Latinoamérica. Inclusive, el 23 de agosto es la fecha universal de su festividad, un día antes de su natalicio.
¿Y POR QUÉ ESTA CELEBRACIÓN?
Isabel Flores de Oliva nació en Lima el 20 de abril de 1586 y fue bautizada el 25 de mayo de ese mismo año. Aunque su nombre verdadero era Isabel (en honor a su abuela materna), una india que trabajaba en su familia la llamó Rosa porque tenía una extraordinaria belleza.
Ella tuvo una buena educación, cosa que para la época era un privilegio, gracias a ello obtuvo una profunda formación espiritual.
Es así que en 1597, Santo Toribio de Mogrovejo, el entonces Arzobispo de Lima, le administró el sacramento de la confirmación y la llamó Rosa.
Ella era una mujer que siempre demostraba su gran amor por Cristo, a tal punto que decidió llevar un voto de virginidad. Consciente de su belleza, Rosa se restregaba la piel con pimienta para desfigurarse.
En una ocasión, su madre le puso una corona de flores en la cabeza para lucirla ante unas visitas. Pero, la joven se clavó una de las horquillas para hacer penitencia por esa vanidad
En otro oportunidad, una mujer destacó la suavidad de sus manos. Inmediatamente Isabel se talló las manos con barro.
Santa Rosa de Lima luchó para arrancar el amor propio y la vanidad de su corazón. Realizaba intensos ayunos y pasaba las noches en vela haciendo oración. También compartía los sufrimientos de Jesucristo y para eso se ponía una cinta de plata alrededor de su cabeza, cuyo interior estaba lleno de espinas.
Sus padres intentaron casarla, pero ella defendió su vocación. El 10 de agosto de 1606 ingresó como Terciaria en la Orden de Santo Domingo, imitando a Santa Catalina de Siena, su maestra espiritual.
Con la ayuda de su hermano Fernando construyó un lugar de oración en un rincón del huerto de su casa y realizaba sus mortificaciones. De jueves a sábado tenía experiencias místicas.
Entre las labores que realizaba Rosa era atender a los enfermos y esclavos. En la gran mayoría de días, estaba acompañada por San Martín de Porres. Ambos santos fueron amigos.
Santa Rosa sufrió la persecución, burla de sus amigos y familiares durante muchos años. Esta situación le causaba una profunda desolación espiritual.
En 1617, durante el Domingo de Ramos ocurrió algo inesperado. Mientras oraba delante de la Virgen del Rosario, el Niño Jesús le dijo: "Rosa de mi Corazón, yo te quiero por esposa". Ella le respondió: "Señor, aquí tienes a tu inútil esclava; tuya soy y tuya seré para siempre".
Santa Rosa de Lima murió el 24 de agosto de 1617, a los 31 años. Durante su entierro, cientos de personas se despidieron de ella. Entre los asistentes se encontraban altas autoridades eclesiásticas y políticas.
Los ciudadanos se acercaban al cadáver para obtener parte de su hábito y guardarlo como reliquia. Incluso, llegaron a arrancarle un dedo del pie.
Fue sepultada en el claustro del Convento de los Dominicos y en 1619 en la capilla Santa Catalina de Siena. Su cráneo se encuentra en la iglesia de Santo Domingo junto a los cráneos de San Martín de Porres y San Juan Macías.
Fue canonizada por el Papa Clemente X en 1671 convirtiéndose en la primera Santa de América. El mismo Pontífice la declaró patrona principal del Nuevo Mundo (América), Filipinas e Indias Occidentales.
En 1992, el papa Juan Pablo II expresó que la vida sencilla y austera de Santa Rosa de Lima era "testimonio elocuente del papel decisivo que la mujer ha tenido y sigue teniendo en el anuncio del Evangelio".
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